18 dic 2007

Próxima estación: La Colifata


-¿Ya habías tenido algún contacto previo con pacientes neuropsiquiátricos?

-La única experiencia que tenía era la de mi abuelo, que murió en un manicomio. La primera vez que fui con mi madre fue una sensación dura: entrar ahí y «mierda, mi abuelo está en un manicomio». Era una pequeña tragedia interna, aunque no sabía bien cómo era el lugar donde estaba o qué hacía allí. Cuando entré, vi a mi abuelo más o menos bien, estaban todos en el jardincito y, sin entrar en todo lo terrible que puede ser un manicomio, cada uno estaba con su locura y todo el mundo aceptando la locura del otro. Allí fue que me dije: «¡qué tolerancia!». No existe esa tolerancia fuera de este lugar. Cada uno está con su molde y el que se sale un poco del cuadro, ya todo el mundo lo mira como raro. Y ahí no, como no molestes al otro, haz la locura que te venga en gana. Esa frontera entre quien está loco y quien no, yo no la veo tan clara. El problema yo lo veo en otra frontera, cuando la locura es un dolor, ahí sí que llega a ser dolorosa. Pero cuando no lo es, ¿cuál es el problema? Si no lo es para quien la tiene y para sus vecinos, ¿qué problema hay si alguien no está formateado como lo pide la sociedad judeocristiana?

Por Sebastián Ramos
De la Redacción de LA NACION
(extracto)

Nota completa: http://buscador.lanacion.com.ar/Nota.asp?nota_id=971725&high=manu

Diseño: http://www.manuchao.net

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Marcelo Gantman y una entrada que escribió en su blog acerca de Manu Chao, luego de su visita a Cuál es?

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