7 oct 2007

Los ojos ciegos bien abiertos

Mis amigos comiendo un asado y yo solo, con mi perro Pocho, mirando en Volver Rock tres temas en vivo que están tocando Los Gatos. Me quedo viéndolo un rato más y voy. Es que no me puedo despegar de la Les Paul negra de Nebbia que no para de tirar unos acordes loables. Ahora están tocando La Balsa. Y lo canta con el corazón. Pienso que somos la segunda generación -y no la primera- que conoció el rock en estas pampas. Y eso sí en algún punto me llena de orgullo patrio. Pienso en la parafernalia y los lujos de los Rolling Stones mientras veo a este cantante gordo y nacional al que seguramente trataron de loco, de rebelde, por hacer una música nueva y distinta que venía de afuera. Melodías hermosas que en una época unos imbéciles prohibieron. Y persiguieron a los artistas que las imaginaron. Y quisieron matarlos, tan cobardes y mediocres defensores de una moral hipócrita e insostenible. Y desaparecieron pibes que ahora no están, que podrían haber sido otros Nebbias, otras balsas que partirían a naufragar desde algún boliche de Once.

Me laman por teléfono y me invitan a que mañana domingo al mediodía me acerque a la Plaza de Mayo a conmemorar los 40 años de la muerte del Che. Tal vez vaya, por qué no. Al mismo tiempo se va a estar jugando el superclásico en Nuñez. En esa cancha del ´78. Qué estupidez.

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